El "campo" no es sólo una extensión infinita de tierra fértil y poblada de árboles y plantas. Para el hombre y la mujer, que en él habitan, adquiere una simbología extensa y particular.
El "campo" es tierra, madre, Pachamama, generadora de cuanta vida existe en ella y de cuanto fruto produzca. Es la Patria que desde tiempos pretéritos, sus herederos ancestrales han sabido defender sin temor a perder la vida.
Es también el trabajo, trajín del día que comienza antes del alba y culmina posterior al ocaso; es ganado y el pastoreo, y el alimento de la prole, en cada cosecha, donde el sudor diario crece como semilla en cada surco de la tierra.
El "campo" es devoción, la entrega religiosa, mezcla de sacro y mundano, que se manifiesta en cada Patronal. Además, es arte, del más, sano, del hombre o mujer que transforma con cada nueva creación en cuero, madera, lana, o cualquier elemento que la naturraleza le brinde. Creación con nombre propio.
El "campo" es para el gaucho el infaltable recreo, ese momento de distracción que su espíritu le exige para poder permanecer firme y cada vez más fortalecido ante una nueva adversidad, por eso rompe el silencio de la soledad o la compañía entonando según el tiempo y el ritmo, una triste o festiva copla; monta un "bagual" para lanzarse a jinetear, o prepara el lazo paciente y lo lanza hacia algún vacuno para pialarlo.
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